sábado, 2 de noviembre de 2013

El Príncipe de Asturias del español



Hace unos días tuve la inmensa suerte de acompañar a José Luis Pérez, mi pareja, a la entrega de los Premios Príncipe de Asturias. A través de su agencia de comunicación, pudimos conocer de cerca el ambiente que rodea a los galardones más prestigiosos de nuestro país, y ya de paso, visitar a mi abuela, que en eso me parezco a Letizia: las dos tenemos a la abuela en Asturias. 



Mientras él disfrutaba a fondo de su trabajo como fotógrafo, yo tenía claro cuál era mi objetivo, como filóloga y como lingüista aplicada: preguntarle al premiado en la categoría de Letras por el estado actual de la enseñanza de ELE. O, en otras palabras, hablar con Antonio Muñoz Molina sobre la situación del Instituto Cervantes. Y, por suerte, lo conseguí.

Lo tuve fácil. Nada más llegar al Hotel de la Reconquista de Oviedo, quien despertó todo el interés de la prensa fue su esposa, la célebre escritora Elvira Lindo, de modo que todos los periodistas se lanzaron hacia ella y él se quedó, literalmente, en un rinconcito. Sin dudarlo un instante, me acerqué a él, grabadora en mano, para preguntarle por un tema que conoce muy bien por su experiencia al frente del Instituto Cervantes de Nueva York: el estado actual de la enseñanza del español, cuyo panorama está cambiando bruscamente al ritmo de las decisiones tomadas por el gobierno. 


En concreto, hablamos de la profunda remodelación que vive el propio Cervantes como institución, que se ha visto obligado a vender varias sedes y a tomar drásticas decisiones respecto a la plantilla. Esto fue lo que me dijo: “Más que una remodelación, lo están recortando. Me parece muy grave. Era una parte estratégica muy importante de la economía, de la vida española y de la proyección internacional de nuestro país. Es un error gravísimo y lo vamos a pagar mucho tiempo”. 


Quise preguntarle también por el mito del gran auge del español en la actualidad, al cual se le augura un brillante futuro en Norteamérica. Muñoz Molina se muestra realista: “El español en Estados Unidos tiene un peso demográfico, pero le falta mucho todavía para tener un peso cultural que esté a la altura de su presencia demográfica. Hay cincuenta millones de hablantes, sí, ¿pero cuántos libros en español se venden en Estados Unidos? ¿Qué calidad tienen los canales de televisión que hay en español? ¿Qué lugar tiene la lengua en la cultura general americana? Esa es la cuestión fundamental. El número de hablantes, como dato estadístico, es solo un punto de partida, pero en sí no significa nada”.


No puedo estar más de acuerdo con él. En primer lugar, quienes nos dedicamos al campo de ELE sabemos que la enseñanza del español desempeña un importantísimo papel respecto a la difusión de nuestra lengua y culturas fuera de España, y especialmente a través de la labor que llevan a cabo los centros del Instituto Cervantes en todo el mundo. Sin duda, los profes de ELE forman parte de la Marca España allende los mares, y a menudo las clases de español son el preludio a un viaje a tierras de habla hispana o al consumo de bienes culturales en la lengua de Cervantes.



En segundo lugar, me gusta la posición crítica de Muñoz Molina con quienes se deshacen en triunfalismos respecto al elevado número de hablantes del español. Los tuiteros recordaréis que yo misma fui bastante crítica con Rodríguez Ponga respecto al discurso que dio en el congreso sobre "El español global" celebrado en Salamanca en junio. Hablaba de la gran riqueza del español, hablado en muchos países, y lo comparaba con el árabe, diciendo que estaba muy fragmentado. O sea, que si se habla en muchos países y es el español, entonces es una lengua rica; si en las mismas circunstancias se halla el árabe, entonces es una lengua fragmentada. Ya. Por no hablar del manido argumento del número de hablantes, que tanto nos empeñamos en desestimar los profesores de Lingüística. Que le pregunten a Jesús Tusón, uno de los mejores lingüistas de nuestro país, gran conocedor de los prejuicios lingüísticos, a ver qué le parece eso de defender una lengua por el número de hablantes. ¡Si las lenguas que más interés despiertan en la actualidad son las que cuentan con menos nativos! 


Volvamos a Muñoz Molina. El príncipe Felipe, en su discurso, se refería a su sentido especial del ritmo narrativo: “Posee un lenguaje poderoso, preciso y una visión cervantina melancólica (…) Leer a Muñoz Molina es una experiencia inolvidable, pues traslada a su prosa, con realismo y fuerza descriptiva, su convicción de que la literatura puede mejorar la vida de los seres humanos (…) nos alivia y nos recompensa, nos abriga y nos protege”. Sonreía Javier Cámara al escucharle; había sido invitado personalmente por Muñoz Molina para acompañarle en el teatro Campoamor. Comparto con vosotros el espectacular retrato que le hizo mi fotógrafo, autor de todas estas fotos.


No dudéis de que aproveché también la ocasión para hablar con Javier Cámara. Se declaraba un fan absoluto de Muñoz Molina, y se deshacía en elogios hacia su prosa, su manera de escribir... su voz. 



De nuevo, lo que más me gustó de Antonio Muñoz Molina fue su tono crítico, que también incluyó en el discurso que pronunció durante la ceremonia de premios. Si queréis leer algo más sobre ello, aquí tenéis lo que escribí para la revista cultural Letras en vena, publicado con las fotos hechas por "mi santo". 



Ser testigo de cómo este académico y jienense universal recibía uno de los máximos reconocimientos de nuestro país ha sido una experiencia inolvidable. Para siempre queda ya, junto a su literatura, esta sonrisa cómplice que nos regaló en Oviedo.

Mar Galindo y José Luis Pérez